La denominada Comunidad Internacional, de dudosa existencia, está citada en Copenhague en diciembre para ponerse de acuerdo en las medidas para intentar frenar el calentamiento global de la Tierra. Si los países allí representados decidieran no actuar seriamente, además de poner en muy grave riesgo a la humanidad, provocarían costes globales inmediatos equivalentes, según los expertos, al 5 % del PIB mundial. Unos costes que podrían llegar al 20 % para el año 2050.
Los países pobres, entre ellos los latinoamericanos, apenas contribuyen a la contaminación del Planeta, pero son los que más sufren sus efectos. Así, por ejemplo, los trastornos derivados del cambio climático -sequías prolongadas, duras heladas y severas inundaciones- dejaron pérdidas estimadas en más de 20.000 millones de dólares en la agricultura y la ganadería de cinco países de Suramérica entre 2000 y 2005.
Los países latinoamericanos serán unos de los más afectados por el cambio climático, a pesar de que estos estados sólo emiten el 6% de los gases de efecto invernadero causantes del fenómeno, cerca de 77 millones de personas de estos territorios tendrán problemas para acceder al agua en el año 2020.
Pamela Cox, vicepresidenta del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, presentó en marzo un informe en el Congreso Mundial de la Naturaleza, en el que alertaba de que el cambio climático tendrá consecuencias "devastadoras" no sólo para el medio ambiente y la economía de los países latinos, sino también para la salud de cientos de millones de personas.
Cox destacó la "vulnerabilidad" sobre todo de las zonas rurales y de las costase hizo especial hincapié en el problema derivado de la escasez de agua, ya que el aumento de las temperaturas provocará el deshielo de los glaciares andinos -que podrían desaparecer en una década-, de los que dependen numerosas comunidades y ciudades.
La representante del Banco Mundial puso como ejemplo el riesgo que corre el abastecimiento de grandes capitales como Bogotá o Quito (ciudad esta última que se estima debería destinar 100 millones de dólares para garantizar en breve su suministro).La falta de agua potable y el aumento de las temperaturas supondrán además una extensión de determinados enfermedades de tipo tropical, como la malaria, el paludismo (que tan sólo en Colombia ha pasado en dos décadas de 400 a 100.000 casos) o el dengue (en México, Brasil, Perú y Ecuador), y otras patologías infecciosas.
Catástrofes naturales más severas
A todo ello, se suma el incremento de las catástrofes naturales: mayor intensidad de los grandes huracanes -como el Katrina-, cuya frecuencia aumentará (por cada grado de aumento de la temperatura se incrementarán en un 26%), provocando pérdidas multimillonarias -difícilmente asumibles por países en desarrollo-, sin contar además con el coste en víctimas humanas que suelen conllevar. Además, si continúa creciendo el nivel del mar, algunas ciudades ribereñas comenzarán a tener graves problemas, como la colombiana de Cartagena.
La alta producción de energía hidroeléctrica se verá repercutida por la falta de agua, y los países afectados deberán destinar grandes inversiones a producir otro tipo de energías, en un momento de crisis económica, que dificulta cualquier financiación local o internacional.
El informe destaca la repercusión que el aumento de las temperaturas y de los cambios de climatología pueden tener en biodiversidad de la región (donde se encuentran cinco de los diez países con mayor variedad de fauna y flora del planeta, especialmente en la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes). También se refiere a la "agonía" de los bosques tropicales (que podría disminuir hasta un 80 por ciento si las temperaturas suben entre 2 y 3 grados), la disminución de los arrecifes de coral en el Caribe, o la desaparición -antes del 2050- de hasta el 25% de las especies de mamíferos de México.
Igualmente, el cambio climático tendrá un efecto directo en la economía agrícola de Latinoamérica, uno de los graneros del mundo, que verá cómo se reduce la superficie utilizable por determinados cultivos, con una pérdida de la producción (hasta el 80% en México) y, por consiguiente, de empleo.
El hambre y los desiertos avanzan al desaparecer los glaciares
Para preparar la Cumbre de Copenhague, se celebra esta semana una reunión previa en Barcelona. Entre de los cientos de informes que discuten los gobiernos, hay uno prevé que la frontera agrícola se extienda en la Argentina hacia el oeste y que en corto plazo las condiciones climáticas favorezcan la siembra de soja, trigo y maíz mas allá de las tradicionales provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Sin embargo, en menos de 5 años, la temperatura aumentaría tanto que las sequías serian moneda corriente y las cosechas se perderían por completo. El mismo aumento de la temperatura, según este informe técnico, convertiría a la Patagonia en un completo desierto.
Un incremento de la temperatura determina pérdidas de nieve y hielo en la cordillera de los Andes, según advierte la boliviana Carmen Capriles, quien trabaja para la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA). El Chacaltaya, a 30 kilómetros de La Paz cuyo pico superior se encuentra a 5.530 metros sobre el nivel del mar, es una muestra de "glaciar muerto". Hasta hace 10 años tenía una masa de hielo y nieve que lo convertían en la pista de esquí más alta del mundo y que representaban su gran atractivo, según coinciden los impulsores del capítulo boliviano del movimiento internacional Acción Climática 350. Esta organización reclama medidas urgentes para frenar las emisiones a la atmósfera de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Una veintena de organizaciones se sumaron a Acción Climática 350, que reclama limitar la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera a 350 partes por millón, lo cual se discutirá en diciembre en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, en Copenhague.
Bolivia es un país altamente vulnerable a los cambios ambientales, sociales y económicos globales, dice Carmen Capriles. La seguridad alimentaria de los pueblos altiplánicos está seriamente amenazada porque la sequía reduce la cosecha de tubérculos, granos y pienso para ganado, mientras la falta de periodos de baja temperatura impide el proceso de deshidratación y conservación de la papa (chuño), producto básico para temporadas de escasez.
Tradicionalmente, las familias que viven de la agricultura de subsistencia en zonas rurales vendían su excedente de alimentos y, con ese dinero, accedían a bienes y servicios necesarios. Pero ahora se ven obligados a vender lo poco que cosechan y se quedan sin comida.
La psicóloga Daniela Leytón de Acción Climática 350 considera que los bolivianos, más que limitarse a ser espectadores del recalentamiento, pueden "ser activos en un país vulnerable por sus altos índices de pobreza y donde se observan efectos físicos como el derretimiento de las nieves del Chacaltaya". "Tenemos la oportunidad de movilizarnos y canalizar nuestras demandas de manera efectiva", dice. Leytón añade que las mujeres soportan los efectos del cambio climático por sus roles y por las condiciones de discriminación y pobreza que les afectan desproporcionadamente. Así, las mujeres de las zonas bajas de Bolivia saben por anticipado que entre los meses de enero y febrero se verán obligadas, a causa de las inundaciones, a abandonar sus casas y a asentarse en espacios no necesariamente adecuados para sobrevivir.
En Guatemala la intensa sequía acaba con la vida de 550 personas
La falta de precipitaciones y el desplome de las remesas que enviaban los familiares desde Estados Unidos ha derrumbado la economía de subsistencia de muchas zonas rurales de Guatemala. Según un estudio del Ministerio de Salud realizado entre enero y agosto, la escasez de alimentos causó la muerte de 550 personas, de ellas, 54 niños. En los últimos meses la cifra ha aumentado, pero no se dispone de estadísticas confiables.
Según Unicef, el 49% de los niños guatemaltecos menores de cinco años sufre de desnutrición crónica, la cifra más alta de toda América Latina y la cuarta en el mundo. A pesar de no ser tan pobre como Haití, Guatemala duplica los casos de desnutrición del país caribeño. En zonas de mayoría indígena, puede afectar al 85% de los niños.
Según el Observatorio para el Derecho a la Alimentación, la peor sequía en 30 años ha afectado a diez provincias con la pérdida de un 80% de los cultivos de maíz y frijoles. La situación más crítica es la de los niños del corredor seco, integrado por 10 de las 22 provincias del país, donde el 1,3% de la población corre el riesgo de morir de hambre.
Más de la mitad de los 13,3 millones de guatemaltecos vive en condiciones de pobreza. Su principal sustento es la agricultura, afectada cada año por las sequías o las inundaciones que provocan la pérdida de cosechas. La población, en su mayoría indígena, cultiva sus propias tierras, que no cubren sus necesidades básicas. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU ha distribuido 20 toneladas de galletas nutritivas en 164 comunidades de las áreas más castigadas. La falta de lluvias amenaza con sumir a más de un millón de personas en la hambruna.
Según el Gobierno, 54.000 familias sufren una situación dramática por falta de alimentos. Se teme que otras 400.000 se vean afectadas. El presidente Álvaro Colom ha decretado el estado de calamidad pública. "Alimentos hay, pero la gente no cuenta con recursos para comprarlos", dijo. Además de los efectos de la sequía y de la crisis, Colom admite que una larga historia de desigualdad provoca vergonzosos índices de extrema pobreza y desnutrición.
El Niño, sequía, hambre y falta de electricidad
En Venezuela, el fenómeno del Niño provoca mermas en la producción de alimentos, y racionamientos en el suministro de agua potable y electricidad en este país petrolero.
En las llanuras centrales donde se produce buena parte de los alimentos de Venezuela la sequía proovocada por el Niño, ha reducido de forma considerable la producción de cereales. "La sequía ha afectado entre 70 y 80 por ciento de las siembras de maíz, arroz y sorgo en el estado de Guárico , se han perdido 60.000 hectáreas de maíz y otras 60.000 están severamente afectadas", dice el presidente de la Asociación de Productores Cerealeros de la región, Vicente Figuera. En la mayor parte de Venezuela el período lluvioso, o "invierno", va de abril o mayo a octubre o noviembre, mientras que el resto del año es "verano" o estación seca, pero en 2009 la sequía se ha prolongado y las lluvias han sido menos intensas.
Todo indica que no se van a cumplir los objetivos del gobierno, que para este año preveía unos 22 millones de toneladas de alimentos . Mientras se esperaba cosechar 1,5 millones de toneladas de maíz blanco, los productores calculan que se quedará un millón; 300.000 kilos menos que en el ciclo precedente. De maíz amarillo, básico para la alimentación de animales, se cosecharán apenas 700.000 toneladas, medio millón menos que el año pasado.
Lo mismo pasa con la cosecha de arroz, que estará entre 3.500 y 4.000 kilogramos por hectárea, cuando el año pasado el promedio en el país fue de 4.500 kilos/hectárea. "También se observa en cultivos como el café en los Andes de Venezuela, Colombia y otros países de la región, pues los cafetos presentan una floración temprana, alterándose los ritmos fenológicos de las plantas como consecuencia de la sequía", dice Eulogio Chacón, director del Instituto de Ciencias Ambientales y Ecológicas de la Universidad de Los Andes, en el suroeste venezolano.
La sequía se ha traducido también en racionamiento de agua potable en Caracas y otras ciudades, y cortes de energía eléctrica en casi todo el país. La sequía asociada a El Niño ha agravado el problema de este país que tiene una demanda de 17.300 megavatios/hora, con un crecimiento de entre seis y siete por ciento anual, y que debería ser soportada con unos 24.000 megavatios/hora de capacidad instalada y en buenas condiciones de funcionamiento, para prevenir fallas o emergencias. Pero la capacidad que la planta eléctrica venezolana está en condiciones de generar es de 16.400 megavatios/hora y las redes de distribución adolecen de escaso mantenimiento. Algunas salas de la principal maternidad de Caracas se quedan a veces sin electricidad durante una jornada completa.
La sequía que azota a Venezuela viene del océano Pacífico, "como consecuencia de la variabilidad climática más importante del planeta, el fenómeno El Niño", señala el geógrafo venezolano Rigoberto Andressen, quien forma parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático , que recibió en 2007 el premio Nobel de la Paz junto con el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore (1993-2001). El Niño, recuerda Andressen, se produce con "el recalentamiento de las aguas del Pacífico sur, lo que lleva a un desacoplamiento de la atmósfera sobre ese océano y masas de aire cálido se desplazan al centro y al este, sobre América del Sur, en reemplazo de la corriente de Humboldt, que es de aguas frías". "La alteración en los sistemas de circulación de aire en la atmósfera se traduce en sequías prolongadas en unas áreas o lluvias torrenciales e inesperadas en otras". Y añade que mientras hay sequía en casi todo el norte y centro de América del Sur, en Uruguay y otras zonas surorientales se han registrado lluvias más fuertes.
El Niño se presenta desde hace miles de años, su aparición anterior data de 2006, y esta vez puede prolongarse hasta el primer semestre de 2010. En tiempos recientes su recurrencia se asocia al cambio climático global que favorece el recalentamiento del Pacífico. La más dañina aparición del fenómeno en las últimas décadas se registró en 1997-1998, cuando provocó lluvias e inundaciones en distintos puntos del planeta que causaron la muerte de más de 24.000 personas y pérdidas materiales estimadas en al menos 30.000 millones de dólares, según un estudio de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.
En Colombia, después de una irrupción de La Niña dejó 120.000 damnificados por aguaceros e inundaciones en 2007-2008. Y este año El Niño ha disminuido el caudal de ríos, ha causado una ola de calor y ha alentado incendios de vegetación. Los incendios en Colombia alcanzan incluso los páramos andinos, por tener una vegetación más rica en pajonales que se resecan con la falta de agua.
El Canal de Panamá y el cambio climático
Por Eduardo A. Esquivel R. (*)
Por Eduardo A. Esquivel R. (*)
Hace algunos años, cuando se discutía la conveniencia o no del proyecto de Ampliación del Canal, antes del "Referéndum", algunos sectores que se oponían al faraónico proyecto, advirtieron que la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) no había tomado en cuenta que el Cambio Climático abriría la Ruta Ártica en pocas décadas, lo que, en la práctica, haría poco rentable la llamada "Ampliación". Debido a que más del 50% de los clientes del Canal usarían esta ruta que además de ser más corta, es gratuita. La reacción de la ACP fue la de contratar unos famosos "expertos" norteamericanos y traerlos a Panamá para que explicaran a los incrédulos que esta "Ruta Ártica" no sería transitable "ni en 100 años". Por lo que no afectaría el tránsito por el canal ampliado.
Y como todos saben, el Proyecto de la Ampliación fue impuesto a través de una campaña publicitaria en la que se gastaron decenas de millones de dólares, por un 76% de los votos con un Referéndum en que votó el 42% del electorado panameño, o sea una minoría.
Hoy, tres años después, no nos sorprende la noticia de que los famosos "expertos" también resultaron un fraude y que la Ruta Ártica estará completamente abierta antes del 2020. Ya las principales empresas navieras están haciendo los estudios logísticos para utilizar esta ruta. Por ejemplo, de Europa a la Costa Oeste de los EE.UU. o al Oriente Asiático, y viceversa, la ruta es más de 1000 km. Más corta que pasar por el Canal de Panamá.
Curiosamente, casi desde el inicio del proyecto de Ampliación, se dan las crisis mundiales económicas y del petróleo. Los tránsitos por el Canal disminuyen notablemente, aunque la ACP insiste que a pesar de esto las entradas han aumentado, por el aumento de peajes. Esto, de cualquier modo no es una situación sostenible y afectará las finanzas del Canal, y directamente el esquema financiero de la ampliación que, por cierto, aunque en la campaña por el Sí en el referéndum se alegaba que el Estado panameño no era aval del financiamiento del proyecto, el Presidente Torrijos estuvo en la firma del referido préstamo, en representación del Estado.
Hay preocupación en la selección de las empresas que aparentemente ganaron la licitación para las principales obras, principalmente por los términos de los contratos y las famosas "adendas", en tiempo y dinero, que hacen que este proyecto tenga una fecha de terminación y un costo indefinido. Tal parece que la verdadera "ampliación" será la de la enorme deuda pública que todos terminaremos pagando.
Decía un colega, en son de broma, que habría que ver, si los países dueños de la Ruta Ártica, reclaman un pago millonario de Bonos de Carbono, por "ahorrar" millones de galones de combustible y la contaminación implicada, a los navíos que ya no tendrán que pasar por la larga ruta del Canal de Panamá.
(*)Artículo publicado en El Panamá América,el 28 de octubre de 2009 y distribuido por Adital.
(Fuentes:EFE, IPS, Clarín-Buenos Aires, La Vanguardia-Barcelona y Adital)
(Fuentes:EFE, IPS, Clarín-Buenos Aires, La Vanguardia-Barcelona y Adital)
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