Organizaciones de derechos humanos, sindicatos, centros de estudiantes y partidos políticos marcharán este lunes en las principales ciudades de Argentina, al cumplirse el 32° aniversario del golpe militar de marzo de 1976. La jornada recuerda el "Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia" y es feriado nacional en Argentina, desde el año pasado. En esta ocasión, el feriado por el "Día Nacional de la Memoria" coincide con el feriado largo de Semana Santa. La principal concentración se realizará en Plaza de Mayo, centro histórico de la capital argentina, convocada por Abuelas y Madres de Plaza de Mayo-línea Fundadora, Hijos y Hermanos de Desaparecidos, el Centro de Estudios Legales y Sociales, y la central sindical independiente CTA, entre otras entidades. La consigna de la marcha de este año es "Contra la impunidad: juicio y cárcel común a todos los genocidas", en momentos en que se enjuicia a los represores de la matanza de Trelew, ocurrida el 22 de agosto de 1972, cuando fueron fusilados 16 presos políticos en una base naval. También ha sido reactivado en las últimas semanas el juicio contra la banda de derecha Triple A, que funcionó entre julio de 1974 y marzo de 1976 bajo el patrocinio del gobierno de Isabel Perón.
Además, la ESMA, donde funcionó el más terrible centro de detención y torturas durante la dictadura, hoy Museo de la Memoria, será sede del acto central. El edificio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) se realizará una ceremonia interreligiosa a las 10.30, en la que estarán el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde y el presidente del Archivo Nacional de la Memoria, Ramón Torres Molina. Están programados actos en todas las provincias.
El jueves 20 marzo, se realizó un acto frente al Batallón de Ingenieros de Construcciones 181 de la ciudad de Neuquén, sobre ruta nacional 22. En ese lugar, funcionó durante la última dictadura “la Escuelita”, un centro clandestino de detenciones y exterminio.
También se realizó una “marcación”, un señalamiento con carteles viales sobre la ruta 22 para que los transeúntes puedan reconocer donde funcionó el centro clandestino.
Entre los presentes se encontraban las Madres de Plaza de Mayo filial Alto Valle y la A.P.D.H. de Neuquén, que es la principal querellante en el juicio contra los represores de “la Escuelita”. Al respecto, Noemí Labrune, miembro fundadora de la asociación, se mostró satisfecha durante la actividad: “porque todos los que pasaron por allí, automovilistas, turistas, han recibido el mensaje donde se explicaba la posición de los organismos”. Pero lo que más rescató de la actividad, es que se realizara frente al batallón, allí mismo, donde los militares guardan los secretos que, de ser revelados, harían que los juicios pudieran ser mucho más rápido. “Ése es el pacto social de hoy y debe reventarles vernos acá, justo frente a ellos, que estemos haciendo esta actividad”, nos dijo con agrado.
Al final de la jornada, la concurrencia marchó hacia la entrada del batallón donde se realizó un acto de cierre. Paola Panizza, de H.I.J.O.S. Alto Valle, expresó “estamos acá, (frente al batallón) porque en los fondos de este maldito lugar, funcionó uno de los 500 centros clandestinos de detención, en donde fueron trasladados, torturados, asesinados y desaparecidos miles y miles de jóvenes, mujeres y hombres muy jóvenes, que en la década del setenta intentaron cambiar el mundo. Intentaron cambiar este mundo de miseria, de hambre, de explotación, de opresión. Lo intentaron cambiar desde distintas organizaciones. Organizaciones barriales, políticas, en la universidad, en los secundarios, en las fábricas. Organización y lucha, compañeros, es la enseñanza de nuestros viejos y nuestras viejas. Vinimos para decirles a estos genocidas, que no nos vamos a olvidar y que no esperamos de ellos ninguna verdad”.Finalmente dijo “nosotros nuestra verdad la sacamos de nuestros compañeros que vivieron el cautiverio, que entraron tabicados a estos lugares y que sin embargo siguen hablando hoy de la posibilidad de cambiar el mundo. Ese es el compromiso nuestro, de todos nosotros. Seguir luchando para cambiar el mundo. Para que aparezca Julio López y para que todos los asesinos estén en la cárcel común”.
También se realizó una “marcación”, un señalamiento con carteles viales sobre la ruta 22 para que los transeúntes puedan reconocer donde funcionó el centro clandestino.
Entre los presentes se encontraban las Madres de Plaza de Mayo filial Alto Valle y la A.P.D.H. de Neuquén, que es la principal querellante en el juicio contra los represores de “la Escuelita”. Al respecto, Noemí Labrune, miembro fundadora de la asociación, se mostró satisfecha durante la actividad: “porque todos los que pasaron por allí, automovilistas, turistas, han recibido el mensaje donde se explicaba la posición de los organismos”. Pero lo que más rescató de la actividad, es que se realizara frente al batallón, allí mismo, donde los militares guardan los secretos que, de ser revelados, harían que los juicios pudieran ser mucho más rápido. “Ése es el pacto social de hoy y debe reventarles vernos acá, justo frente a ellos, que estemos haciendo esta actividad”, nos dijo con agrado.
Al final de la jornada, la concurrencia marchó hacia la entrada del batallón donde se realizó un acto de cierre. Paola Panizza, de H.I.J.O.S. Alto Valle, expresó “estamos acá, (frente al batallón) porque en los fondos de este maldito lugar, funcionó uno de los 500 centros clandestinos de detención, en donde fueron trasladados, torturados, asesinados y desaparecidos miles y miles de jóvenes, mujeres y hombres muy jóvenes, que en la década del setenta intentaron cambiar el mundo. Intentaron cambiar este mundo de miseria, de hambre, de explotación, de opresión. Lo intentaron cambiar desde distintas organizaciones. Organizaciones barriales, políticas, en la universidad, en los secundarios, en las fábricas. Organización y lucha, compañeros, es la enseñanza de nuestros viejos y nuestras viejas. Vinimos para decirles a estos genocidas, que no nos vamos a olvidar y que no esperamos de ellos ninguna verdad”.Finalmente dijo “nosotros nuestra verdad la sacamos de nuestros compañeros que vivieron el cautiverio, que entraron tabicados a estos lugares y que sin embargo siguen hablando hoy de la posibilidad de cambiar el mundo. Ese es el compromiso nuestro, de todos nosotros. Seguir luchando para cambiar el mundo. Para que aparezca Julio López y para que todos los asesinos estén en la cárcel común”.
"Muchos civiles fueron tan responsables como los militares"
Así lo afirma una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel "Chicha" Chorobik de Mariani quien considera que la Justicia también debería apuntar contra el ex ministro Martínez de Hoz y varios colaboracionistas de la dictadura. A 32 años del golpe de Estado, Chicha reclama que se aceleren los juzgamientos a represores.
El 24 de noviembre de 1976, fuerzas policiales -al mando de Miguel Etchecolatz, la mano derecha de Ramón Camps, y militares atacaron en La PLata, la casa de Diana ( hoy convertida en museo), que vivía con su esposo Daniel Mariani (hijo de Chicha) y su hija de tres meses, Clara Anahí.
En el ataque fueron asesinados Diana y al menos otras tres personas, y fue secuestrada la bebé , que aún permanece desaparecida.
El 24 de noviembre de 1976, fuerzas policiales -al mando de Miguel Etchecolatz, la mano derecha de Ramón Camps, y militares atacaron en La PLata, la casa de Diana ( hoy convertida en museo), que vivía con su esposo Daniel Mariani (hijo de Chicha) y su hija de tres meses, Clara Anahí.
En el ataque fueron asesinados Diana y al menos otras tres personas, y fue secuestrada la bebé , que aún permanece desaparecida.
María Isabel habla para el Diario Hoy de La Plata.
-¿Qué evaluación puede realizar del golpe de Estado de 1976?
-El golpe de Estado de 1976 fue una verdadera tragedia para el país, aunque todo empezó antes, con la Triple A. Una buena vez por todas en la Argentina hay que administrar justicia y poner las cosas en su lugar. De lo contrario se va a producir un tétrico panorama. En definitiva, les vamos a estar enseñando muy mal a los niños. Hay que tener en cuenta que resulta falso todo lo que uno edifique sobre la mentira. Por eso, no es posible que un país tenga tantos desaparecidos sin haber dado el Estado ninguna información sobre ellos, como así tampoco sobre los niños que fueron apropiados y que ahora, muchos de ellos, están caminando sin que nadie reconozca su estado de indefección.
-¿La Justicia debería avanzar sobre la participación de los civiles que fueron cómplices o tuvieron participación como funcionarios de la dictadura?
-Por supuesto que sí. Incluso nosotros tenemos la declaración de un policía de aquel momento que llevó de excursión a las mujeres de importantes funcionarios, como la del gobernador Saint Jean y del ministro de Gobierno Jaime Smart, a la casa de calle 30, donde acababan de hacer una matanza y donde habían secuestrado a mi nieta Clara Anahí.
Si estas mujeres tuvieron el coraje de ir a presenciar la matanza que se había hecho por orden de sus maridos, eso significa que hay mucho que limpiar y aclarar. En muchos casos, fueron tan culpables los civiles como los militares, aunque los civiles luego se lavaron las manos. Los militares también intentaron hacer lo mismo, aunque ahora se los está llevando a la Justicia, con una lentitud espantosa.
Si estas mujeres tuvieron el coraje de ir a presenciar la matanza que se había hecho por orden de sus maridos, eso significa que hay mucho que limpiar y aclarar. En muchos casos, fueron tan culpables los civiles como los militares, aunque los civiles luego se lavaron las manos. Los militares también intentaron hacer lo mismo, aunque ahora se los está llevando a la Justicia, con una lentitud espantosa.
-¿También se tendría que avanzar sobre funcionarios como Martínez de Hoz?
-Mi hijo era licenciado en Economía, y su vida estaba dedicada a eso. Yo me acuerdo los comentarios de él sobre lo que estaba haciendo Martínez de Hoz, sobre el genocidio económico que estaba provocando. Llevó al país a la ruina.
-¿Está conforme con el trabajo de la Justicia?
-Hay un trabajo hecho, pero todo es muy lento. Nos vamos muriendo nosotros y los represores. Va a llegar un momento en que no habrá gente que reclame ni gente que pueda ser castigada, o por lo menos juzgada. Es un mal de la Justicia. La verdad, no sé si esto es por falencias de los códigos que no funcionan, por los sistemas, por el dinero. En el fondo, yo percibo una falta de interés que le está haciendo daño a la población porque está creando un sentimiento de impunidad que, en definitiva, lo que hace es generar lo que estamos viendo todos los días con las drogas, con los ladrones, con los asesinos que están matando a las personas para quitarles dos pesos. Todo esto es fruto de la impunidad. Si seguimos haciendo un juicio por año contra los represores no vamos a terminar más. Espero que este año se haga el juicio por la comisaría Quinta. Y espero tener alguna información verdadera sobre mi nieta Clara Anahí Mariani.
-¿Cuál fue la última noticia que tuvo sobre ella?
-A través de una amiga, hice una carta a mi nieta que la difundí por internet. Y he tenido miles de respuestas por esa carta. No sólo fueron respuestas sobre niños y niñas, sobre todo de niñas, porque yo busco a mi nieta, pero me mandaron muchísima información. Y también me llegan muchas cartas de afecto y de apoyo que, a esta altura de mi vida, son importantes.
Falta la colaboración de vecinos, de los cómplices, que ojalá tengan remordimiento de conciencia y hablen. Pero falta mucho para eso.
Falta la colaboración de vecinos, de los cómplices, que ojalá tengan remordimiento de conciencia y hablen. Pero falta mucho para eso.
Los nuevos habitantes de la ESMA
Andrés llegó a la ESMA hace tres años. Había militado en HIJOS sin ser hijo de desaparecido. Dice que lo que le hace el trabajo menos pesado es el contacto con los sobrevivientes. Y el tiempo. Hay días en que Sabrina tiene que ir a dormir la siesta para reponerse del día laboral. A veces le duele el cuerpo y a veces se pelea en el colectivo con cualquiera por cualquier cosa. Celeste asegura que se aprende a poner distancia, pero que ya no quiere ir al cine a ver películas que traten sobre la represión de la dictadura. Luz está feliz. Le parece “buenísimo” que la gente visite el lugar. Que se entere de lo que pasó ahí nomás y hace tan sólo 30 años.
Ellos forman el equipo de guías del Espacio para la Memoria que funciona en la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Todos lloraron, todos tuvieron pesadillas. Los sentimientos que genera el lugar no los asustan, de lo que tienen miedo es de, algún día, dejar de percibirlos.
En el edificio central de la ESMA, conocido como “cuatro columnas”, se armará en el futuro una exposición fotográfica sobre la historia de la represión en el país. El salón central, donde se colocará la muestra, espera la resolución de una licitación que permitirá que las tejas francesas dañadas por el granizo sean reparadas. En una oficina de esa construcción, los guías instalaron su bunker. En una mesa hay una maqueta del Casino de Oficiales que se usó en el fallido juicio al prefecto Héctor Febres, que apareció envenenado cuatro días antes de la sentencia. Hay también una bandera multicolor que dice “Peace” y afiches que convocan a diferentes homenajes a los desaparecidos. Y está el mate.
“La naturaleza del lugar es ambigua. Corren paralelas la alegría del sitio conquistado, que estás poblando, y la compañía que hacés a las almas que pasaron por acá”, dice Daniel Schiavi, en ese refugio armado dentro de la ESMA. El es el coordinador de los guías. Llegó al lugar en 2005 contratado por el gobierno porteño después de que la Armada desalojara los ocho primeros edificios. Tiene 51 años, dos décadas más que los que integran el grupo que dirige. Su tarea es conducir a los visitantes por los cuatro pisos del Casino de Oficiales, el sitio donde estuvieron “alojados” los desaparecidos.
“La naturaleza del lugar es ambigua. Corren paralelas la alegría del sitio conquistado, que estás poblando, y la compañía que hacés a las almas que pasaron por acá”, dice Daniel Schiavi, en ese refugio armado dentro de la ESMA. El es el coordinador de los guías. Llegó al lugar en 2005 contratado por el gobierno porteño después de que la Armada desalojara los ocho primeros edificios. Tiene 51 años, dos décadas más que los que integran el grupo que dirige. Su tarea es conducir a los visitantes por los cuatro pisos del Casino de Oficiales, el sitio donde estuvieron “alojados” los desaparecidos.
El Casino, según el consenso al que llegaron los organismos de derechos humanos y el gobierno nacional y de la ciudad de Buenos Aires, permanecerá vacío e inalterado. Sólo se agregaron los carteles que intentan explicar lo que sucedió. El edificio ya se puede visitar, previa cita, y sólo se puede entrar allí en compañía de un guía.
Una rosa china y altos pinos enmarcan la entrada. El recorrido pautado empieza en el sótano, que era también el primer sitio al que eran llevados los detenidos: allí estaban las salas de tortura. En la planta baja está El Dorado, el gran salón donde los marinos planeaban los secuestros y asesinatos. Arriba está “Capucha”, donde los desaparecidos eran depositados, atados y vendados, en pequeños espacios de 75 centímetros de ancho por dos metros de largo y donde el techo a dos aguas, las vigas y la poca luz que entra por las aberturas permiten transportarse treinta años atrás. “Es en Capucha donde se toma real conciencia de que el contacto con el mundo exterior ya no existe más. La soledad es total. Debe ser lo más cercano al infierno”, dice uno de los panes con testimonios de sobrevivientes. El último piso es “Capuchita”, el altillo, donde está el tanque de agua y donde permanecían los secuestrados que habían ido a parar a la ESMA pero no “pertenecían” al grupo de tareas armado por Massera.
El Casino, su presencia y su historia se impone a todo aquel que ingrese al terreno, aunque sea sólo una pequeña porción dentro de las 17 hectáreas del futuro Espacio para la Memoria.
El Casino, su presencia y su historia se impone a todo aquel que ingrese al terreno, aunque sea sólo una pequeña porción dentro de las 17 hectáreas del futuro Espacio para la Memoria.
Las personas que trabajen en los otros edificios del predio ingresarán por el otro extremo del predio, para preservar del bullicio de la burocracia cotidiana el lugar en el que se torturó y se mantuvo a los prisioneros en condiciones infrahumanas de vida antes de asesinarlos.
“Cuando fui al Casino por primera vez subí a Capucha y aunque soy ateo me persigné. Parte del trabajo es tomar contacto con los testimonios y es duro. Es bueno compartirlo con un grupo de chicos de 30 años”, cuenta Schiavi. “Hay gente que no quiere venir a trabajar acá, pero cuando se fueron totalmente los militares fue una sensación de conquista, de plantar bandera. Fue una batalla invisible”, dice sobre el proceso de desalojo, que duró tres años.
“Cuando fui al Casino por primera vez subí a Capucha y aunque soy ateo me persigné. Parte del trabajo es tomar contacto con los testimonios y es duro. Es bueno compartirlo con un grupo de chicos de 30 años”, cuenta Schiavi. “Hay gente que no quiere venir a trabajar acá, pero cuando se fueron totalmente los militares fue una sensación de conquista, de plantar bandera. Fue una batalla invisible”, dice sobre el proceso de desalojo, que duró tres años.
“Acá estaba la escalera donde Martín Grass vio a Rodolfo.” Lilia Ferreyra, mujer del periodista desaparecido Rodolfo Walsh, señalaun revestimiento de madera en el hall central del Casino de Oficiales. Es el sitio en que vieron al escritor herido, tal vez muerto, y que fue modificado por los marinos en 1979, en ocasión de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Lilia es asesora del Archivo Nacional de la Memoria y desde ahora la ESMA será para ella un escenario laboral. Su oficina estará lejos de la escalera que ya no está, estará lejos incluso del edificio al que Emilio Eduardo Massera llevó a Walsh. Pero estará en el mismo terreno. Para Lilia no es una carga, por el contrario. “La posibilidad de trabajar acá es importantísima. Es hacer realidad que este lugar de muerte ha sido recuperado para profundizar la causa de los derechos humanos y preservar la memoria de las víctimas del terrorismo de Estado”, asegura.
A nivel personal, las reacciones son diferentes. Más allá de la discusión política sobre el destino de los edificios que componen el predio de lo que fue el centro clandestino, hubo empleados que no se “bancaron” emocionalmente la posibilidad de convertir a la ESMA en su lugar de trabajo y pidieron ser derivados a otro sitio. “Pero hay quienes sentimos que es una reparación profunda y nos lleva a imaginar la sonrisa de nuestros compañeros desaparecidos por esto que se vive como un triunfo. Creemos igualmente que el área de ‘museo’, el Casino de Oficiales y el edificio de las cuatro columnas, que es el lugar más intenso de la Memoria, no puede ser alterada por la presencia cotidiana de trabajadores o de gente que pase con una carpeta bajo el brazo”, señala Ferreyra. “Estar en la ESMA –agrega– supone convivir con el testimonio implacable del pasado pero con plena conciencia de estar trabajando en el presente para ganar la conciencia de las generaciones futuras.”
María Prince es representante de la Nación en el órgano ejecutor de la ESMA. “Muchos de mis compañeros pasaron por acá. Tengo dos sensaciones permanentes. Por un lado es fuerte atravesar la reja todos los días. Pero también es una victoria. Me daría pena perder alguna de esas dos sensaciones. No es algo que se puede naturalizar”, coincide.
Eduardo Jozami es el director del centro cultural Haroldo Conti –dependiente del Archivo Nacional de la Memoria– que se levanta donde antes estuvo el anexo de la Escuela de Guerra Naval. Durante la última dictadura él estuvo preso. Su mujer fue secuestrada y llevada a “Capuchita”, el altillo del último piso del Casino de oficiales. Estuvo en la ESMA 16 meses. “Es raro caminar por ahí porque si bien tiene marcas militares, no es un lugar desagradable, las calles son grandes, hay muchos árboles... es una sensación extraña. Yo lo vivo con una responsabilidad muy fuerte y es, en un sentido, gratificante. Poder estar en la función pública trabajando en estas cosas es gratificante, por lo menos para los que pensamos como nosotros y tenemos estas historias”, dice Jozami. y se le quiebra la voz. Se acuerda, comparte, de los días en prisión y de la sensación de creer que nunca más iba a volver a ver a su mujer.
(Fuentes: ANSA-Latina, Telam, RNMA-Argentina, diarioHoy-La Plata, Página12)
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