Los dirigentes de las organizaciones campesinas y sindicales consideran que "el Gobierno desestima la crisis alimentaria". Entre sus propuestas piden la creación de "reservas estratégicas de comida por regiones, y un programa de compra de fertilizantes para que puedan acceder a ellos los pequeños y medianos productores".
Los campesinos exigen frenar las importaciones
Los dirigentes campesinos mexicanos consideran que la situación mundial con alza de precios y desabastecimiento de alimentos impone cambios urgentes en la política de importación de productos básicos seguida por México. Los dirigentes agrarios se pronunciaron por que la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación fortalezca la producción mediante subsidios, créditos e inversión en infraestructura productiva.
Advirtierten que, de no optarse por esto último, a corto plazo “no habrá dinero que alcance para comprar alimentos en el exterior y vendrá el desabasto”. Subrayaron que los hechos están demostrando que urge renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que ha “vulnerado” la soberanía alimentaria.
Pedraza Chávez remarca que lo que ocurre en el entorno mundial ha evidenciado aún más que el “gobierno está equivocado en su afán de privilegiar las importaciones de alimentos.
“Paulatinamente los hechos nos dan la razón; este contraste de la realidad con la política agraria mexicana nos dice que lo que tenemos que hacer es dar un giro a esta política. La producción interna se haría mediante aplicación de subsidios; esto se ha dejado de hacer en el campo desde hace 25 años, y ahora tiene que retomarse, pero también el gobierno debe invertir en infraestructura productiva que nos permita a los productores recuperar superficie de cultivo, ganar precio a los productos y hacer atractiva la actividad comercial.”
El dirigente comenta que “aunque el gobierno no ha querido revisar el TLCAN e insiste en asegurar que ha sido un éxito, los acontecimientos desmienten esos dichos. Con las importaciones los únicos beneficados han sido los intermediarios y no los productores rurales ni los consumidores, al tiempo que ha mermado la soberanía alimentaria, pues la mayor parte del arroz, soya, frijol y maíz que consumimos es importado, lo que nos hace vulnerables como nación”.
1,6 millones sin trabajo, 73,6% en subempleo
Desastrosos efectos del TLCAN en el agro
Héctor Padilla, presidente de la Comisión añade que “sólo quienes se tapan ojos y oídos no se dan cuenta de la realidad”.
En un recuento de los daños durante los últimos 14 años, el informe resalta que el financiamiento al agro cayó más de 90 por ciento; se aniquiló la producción nacional de semillas mejoradas, quedando a merced de las trasnacionales, y se redujeron al mínimo las actividades de investigación y generación de tecnologías agroalimentarias.
Asimismo, destaca que también se acabó la industria nacional de fertilizantes, y hoy los productores dependen de su importación y de precios cada vez más caros, y se cancelaron los programas de asistencia técnica y capacitación dirigidos a los productores rurales.
“En otras palabras, la única reacción de nuestros gobernantes frente a los grandes retos que nos impone el TLCAN, lejos de impulsar un programa de restructuración y reconversión productiva, no atina más que a su desmantelamiento, lo que nos ha llevado a una posición más vulnerable que al principio. Soportados con enormes subsidios en Estados Unidos, los precios de los granos se fueron a la baja y el de la tortilla a la alza; los insumos para la producción agrícola, como los fertilizantes, ahora son importados; las semillas son producidas por trasnacionales y los costos de la maquinaria y los pesticidas se incrementaron en forma desorbitada”.
“Se puede afirmar que el TLCAN ha agudizado nuestra dependencia alimentaria con Estados Unidos: de 1980 a 1994 las exportaciones de productos agrícolas crecieron más de 200 por ciento, mientras que las importaciones apenas aumentaron 28 por ciento; 14 años después, ese comportamiento se invirtió, ya que las exportaciones sólo crecieron 50 por ciento y las importaciones avanzaron a un ritmo extraordinario, llegando a un incremento de 176 por ciento en el mismo periodo”.
“En relación con el empleo, los efectos han sido más que desastrosos, ya que el número de productores se redujo casi en una tercera parte, y los trabajadores disminuyeron a la mitad. En 1991 se ocuparon en el campo 9.9 millones de mexicanos; en 2006 la cifra se redujo a 50 por ciento, es decir 4.9 millones”.
“El principal problema del agro es que los gobernantes que han conducido el destino del país desde la firma del tratado no han sido capaces, y seguramente ni les ha interesado, de construir un proyecto para el campo mexicano acorde con las necesidades de México y de los retos que nos impone la globalización”.
El alza “intensa y persistente” de los precios internacionales de los alimentos está castigando con especial dureza a los sectores más pobres de la región, como señaló Machinea: “La pobreza y la indigencia aumentarán de no tomarse medidas urgentes para aminorar los efectos de estas alzas”, dijo.
A partir de proyecciones de indigencia realizadas para 2007, la Cepal calculó que un incremento de 15 por ciento en el precio de los alimentos eleva la incidencia de la indigencia en casi tres puntos, de 12.7 a 15.9 por ciento de la población. Ello implica que esa alteración de los precios provocaría que 15.7 millones más de latinoamericanos caigan en la indigencia. En el caso de la pobreza, los aumentos son parecidos ya que la misma cantidad de personas pasaría a ser pobre, indicó el organismo.
El secretario ejecutivo de la Cepal recomendó que los gobiernos adopten políticas que incluyan acciones que disminuyan las alzas de los precios de los alimentos en los mercados internos y/o mejoren los ingresos de la población, reduzca aranceles y/o impuestos al consumo. Los subsidios focalizados a ciertos sectores o las alzas de los subsidios son otros mecanismos.
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