El presidente de Bolivia, Evo Morales, pidió una tregua política por la Navidad y diálogo para solucionar el enfrentamiento político en el país, pero los prefectos (gobernadores) de seis departamentos dijeron que dudan de su sinceridad y le reclamaron que apure el referendo revocatorio de los mandatos.
"Sería importante que nuestras autoridades, nuestros dirigentes, puedan considerar mi propuesta de paz para pasar las fiestas de Navidad y que no engañen, que no mientan (diciendo) que va a haber estado de sitio," declaró Morales a reporteros en el palacio de La Paz.
El influyente senador derechista Walter Guiteras dijo que los prefectos de los departamentos de Beni, Pando, Santa Cruz, Tarija y Cochabamba "no acudirán a ningún llamado del jefe de Estado" ni pedirán el levantamiento de la huelga de hambre.
El prefecto cochabambino, Manfred Reyes Villa, calificó a la invitación presidencial como "cinismo" y como "una maniobra para jugar con la inteligencia de los bolivianos."
"Ya es tarde, nada nos va a parar (...) las autonomías no son concesión de nadie, nos las hemos ganado en referéndum y las vamos a ejecutar," afirmó el prefecto del departamento de Beni, Ernesto Suárez.
Piden respeto para la democracia boliviana
Los presidentes de nueve países latinoamericanos expresaron su "permanente solidaridad con el pueblo y el gobierno de Bolivia" y rechazaron "todo intento que vulnere la estabilidad de las instituciones y del gobierno elegido democráticamente". La declaración de apoyo al gobierno del presidente Evo Morales fue adoptada en Buenos Aires, donde los mandatarios coincidieron para la ceremonia de asunción de la mandataria Cristina Fernández de Kirchner. La Cancillería argentina, afirmó hoy en un comunicado oficial que los presidentes de los nueve países "confiaron en la capacidad de las fuerzas políticas bolivianas para mantener un clima de diálogo y entendimiento" entre las fuerzas políticas del país.La declaración fue subscrita por Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Honduras, Paraguay, Uruguay y Venezuela.
Qué pasa realmente en Bolivia
El siguiente texto ha sido escrito por el joven politólogo español IÑIGO ERREJÓN, quien ha trabajado con la Asamblea Constituyente en Bolivia. El artículo ha sido publicado, originalmente, en la revista digital KAOS EN LA RED
(Para contactar con el autor: ierrejon@cps.ucm.es )
Notas apresuradas sobre la situación actual del proceso constituyente boliviano
Por Iñigo Errejón
No hace tanto nos llegaban de Bolivia imágenes de barricadas, huelgas, marchas y gases lacrimógenos. Entonces las mirábamos con esperanza, y con la certeza de saber quién ocupaba qué lugar: resultaba fácil identificarse con quienes inundaban las plazas y los cerros de Bolivia para decretar el fin de la subordinación
En estos días, sin embargo, y con un sospechoso vigor, los medios de comunicación empresariales nos muestran imágenes similares, pero con juicios de valor diferentes: esta vez los manifestantes son “demócratas”.¿Qué ha cambiado en este tiempo? ¿Quiénes son los que están en la calle ahora? Ha cambiado mucho, tanto como una reordenación drástica del escenario político boliviano. Fundamentalmente ha sucedido la reorganización de la derecha boliviana, y su recuperación de la iniciativa política situando el conflicto político sobre bases desde las cuales sí puede aspirar a una cierta capacidad de masas, que había perdido en el desplome del régimen neoliberal propiciado por las luchas de las clases subalternas.
Entre la reacción y la insurrección: el gobierno del MAS
En Diciembre de 2005 el Movimiento Al Socialismo gana las elecciones con un resultado histórico, aupando a Evo Morales Ayma, un antiguo sindicalista cocalero, a la Presidencia del país. Aquellas elecciones supusieron una salida intermedia entre una imposible restauración del orden liberal y colonial, y una cristalización de poder revolucionario que no llega. Las numerosas experiencias de contrapoder hacen imposible el mando capitalista, no sólo bloqueándolo sino organizando los sectores y lugares conquistados de forma autónoma y horizontal. Sin embargo, las multitudes bolivianas no son capaces de articular la potencia que han desplegado en las movilizaciones, y así se quedan las puertas de abrir un proceso constituyente insurreccional. La salida de ese empate la proporciona el Movimiento Al Socialismo, nacido como “Instrumento Político” de las federaciones de sindicatos cocaleros, que si bien había estado presente, no podía reclamar el protagonismo de las luchas que hacen quebrar el proyecto neoliberal en Bolivia. No obstante, consigue desempeñar un papel de desbloqueo de la situación, y se presenta asumiendo el programa de los movimientos sociales -como el “ariete” de los movimientos, si se quiere- para abrir los cerrojos institucionales que cerraron durante décadas el sistema político boliviano a las clases subalternas e indígenas.
Si el MAS es entonces un límite o una apertura a la transformación social de Bolivia es algo que los movimientos discuten en el país andino desde hace al menos tres años. Lo que en este momento nos importa es que, el precio que la oligarquía paga por una solución no revolucionaria, es la absoluta cesión de la iniciativa política. El nuevo gobierno nace con un amplio apoyo de los sectores populares del país, y con la legitimidad inicial de su parte. Sin embargo, el poder económico y mediático, si bien impotentes de momento, se muestran dispuestos a impedir una reordenación del equilibrio de fuerzas en el país favorable a la fuerza de trabajo boliviana, que ponga en peligro sus intereses.
De entre todas las demandas de las multitudes bolivianas, es sin duda la Asamblea Constituyente la que concentra la conflictividad latente en el país, puesto que es el momento constituyente el que está llamado a producir una estructura legal y política que consolide la nueva hegemonía indígena-popular en el país, desmontando para ello la arquitectura legal del estado liberal, colonial y racista.
Los poderosos en la oposición: líneas de reconstrucción de la derecha
Las elecciones a la Asamblea Constituyente arrojan un resultado contradictorio: por una parte, el Movimiento Al Socialismo obtiene unos amplísimos resultados, que junto con pequeñas formaciones aliadas, le otorgan la mayoría absoluta. Sin embargo, las reclamaciones de la oposición exigen que impere la regla de los 2/3 en la adopción de la nueva constitución. Aún a sabiendas de que la razón de esa petición es que otorga a la derecha la posibilidad de bloquear el proceso constituyente, el MAS, tal vez temeroso de perder legitimidad democrática en las esferas internacionales que le son abiertamente hostiles, acepta e instituye esta reivindicación en el Reglamento Interno de la Asamblea Constituyente. La aritmética que se le exige a la nueva constitución boliviana es significativamente más alta que la de los procesos constituyentes anteriores en América Latina (Venezuela o Colombia, por ejemplo) y añade al referéndum un derecho de veto de facto de la derecha boliviana.
A la vez, las elecciones departamentales reflejan una polarización del país entre el Occidente más pobre y ampliamente alineado con el Gobierno, y el Oriente en el que la oligarquía retiene el poder, con una base de masas en absoluto despreciable. De los nueve departamentos bolivianos, cuatro, significativamente los más ricos, quedan en manos de la oposición al MAS. Desde allí se organizará la feroz resistencia al proceso constituyente abierto en el país.
La oligarquía financiera y terrateniente encabeza, arropada por sectores atemorizados de clase media y grupos desclasados e inmersos en redes de clientelismo político e identificación étnica regional y racista –virulentamente antiindia-, una feroz ofensiva destinada no sólo a tumbar al gobierno del Movimiento Al Socialismo, sino a reestablecer el status quo anterior a la emergencia política de los sectores populares, abortando cualquier intento de alterar la composición clasista y racista del estado boliviano.Esta ofensiva supone un auténtico rearme ideológico y de masas de la derecha, y se articula en torno a dos líneas:
·Por una parte, la reivindicación de autonomía regional y el escrupuloso respeto a la regla de una mayoría de 2/3 en la Asamblea Constituyente, es decir, su derecho de veto. Un derecho de veto francamente peligroso en manos de sectores que desde el comienzo se fijaron como objetivo el fracaso o cierre en falso del proceso constituyente.A la vez que se le somete a un continuo hostigamiento, el gobierno de Evo Morales queda obligado a dar permanentes pruebas de respeto a la democracia formal. La derecha combina luchas ilegales con la permanente exigencia de respeto a las garantías reglamentarias pensadas precisamente para obstruir el proceso constituyente.
.Por otra, en torno a la polarización de la fractura política regional del país, la derecha ha sido capaz de conformar desde el oriente Boliviano, con Santa cruz como centro, un potente contrapeso regional, administrativo y económico al gobierno central. Este contrapeso trata de bloquear todas sus iniciativas de transformación social, dejándolas inoperativas en la mayor parte del territorio, en especial en los departamentos de más peso en la economía boliviana.
Pero el refugio en las regiones orientales también proporciona un vehículo indentitario y un potente artefacto político a la oposición, que le permite dotarse de una base de masas de la que nunca gozó mientras la confrontación se libró en torno a la fractura de clase y étnica. Las élites tradicionales, desacreditadas como “antinacionales” y subordinadas a las multinacionales extranjeras, corruptas, y autoritarias, recomponen un cierto liderazgo oponiendo las regiones orientales como ejemplo de desarrollo frente a las regiones occidentales que son feudos de la izquierda, en un imaginario fuertemente racista. De este imaginario beben los grupos parafascistas que brotan tras la estela de la oposición.La crisis actual: ¿La Moneda en La Paz?
Chuquisaca, pese a tener un prefecto masista, la región ha sido incorporada al bloque de la derecha azuzando su rivalidad con La Paz (incuestionable feudo de los sectores populares) por la capitalidad. De nuevo las demandas regionales parten el espinazo del bloque indígena-popular. Así ha intentado también operar la oligarquía frente a la aprobación de la Renta Dignidad –bono que avanza en el camino de garantizar la pensión de jubilación universal a tod@s l@s bolivian@s- con la que el Gobierno ha tratado de recuperar la iniciativa política: no se ha tratado sólo de una oposición por razones de clase, sino para no perder recursos de poder regional, pues la financiación de la medida saldrá de regalías del gas hasta ahora en manos de los departamentos.
Se repite el esquema: atrincheramiento regional de la derecha frente a la hegemonía nacional del MAS, en un juego de desgaste en el que el tiempo corre en contra del Gobierno.
Por eso es tan importante lo que sucede en Sucre: En medio del bloqueo de las instituciones y el hostigamiento en la calle que las clases dominantes han desatado contra el gobierno, la ciudad se ha convertido en una pieza clave de la confrontación. Como capital de la Asamblea Constituyente, y de una región cuyo desplazamiento político hacia el oriente opositor supone un serio golpe contra el gobierno, los enfrentamientos en sus calles cobran una especial importancia, y atrapan al gobierno en una espiral de violencia que sólo puede servir para desprestigiarle y sugerir la pertinencia de su deposición o incluso el fantasma del golpe de estado, que si aún no ha sido muy evidente es por la escasa disposición que el ejército (con una tropa fundamentalmente indígena) ha mostrado hasta el momento. No obstante, si el peligro de golpe de estado no es, al menos, inminente, los episodios de hostigamiento y desestabilización frente al gobierno no son en absoluto cuestiones menores, sino los zarpazos de la oligarquía que se repone y presenta batalla para no ceder ni un milímetro de su poder tradicional.
Los movimientos y el proceso constituyente.
Pese a sus limitaciones y sus deficiencias, el proceso constituyente representa la posibilidad de alterar el equilibrio de poderes produciendo un escenario jurídico más proclive al avance de la fuerza de trabajo colectiva boliviana. La futura constitución no es un punto de llegada, sino de partida. Su derrota, por la que claramente apuesta la oligarquía y los capitales extranjeros -con el apoyo de todos los medios de comunicación privados de Bolivia, y la práctica totalidad de los grandes grupos multinacionales de la comunicación- sólo puede abrir paso a una desarticulación y dispersión del bloque indígena-popular.
De la misma manera que el poder constituyente desplegado no se agota en el gobierno del MAS, así la contraofensiva de la derecha no sólo busca tumbar a Evo Morales, sino clausurar el horizonte histórico de transformación abierto por los movimientos sociales.
Tumbar la Asamblea Constituyente se ha convertido de esa forma en la condición sine qua non para la derrota del bloque indígena-popular, y la reinstauración del “orden”: el de siempre, el de la sumisión y la miseria.
Los movimientos sociales se han mantenido, desde que Evo Morales asumiese la Presidencia en un cierto letargo vigilante, con un apoyo al gobierno supeditado a que no retrocediese lo más mínimo en su programa de transformación social. Este impasse, y las inercias y diferentes tiempos del estado con respecto a los de los movimientos, parecen haber destensado las membranas de las redes sociales. No obstante, el gobierno de Evo Morales, conviene recordarlo, fue la salida a una situación de profundas contradicciones sociales en Bolivia, marcada por la emergencia de las clases subalternas. Ahí reside su fuerza.
Su función, en consecuencia, debiera ser la de de facilitar un proceso constituyente que se generó mucho antes de su convocatoria formal: en las luchas y contrapoderes que impugnaban el estado liberal y colonial. Sólo la concurrencia de los movimientos populares, a través de sus múltiples articulaciones barriales, comunitarias y sindicales, puede salvar el proceso constituyente, y empujarlo en un sentido radical que haga imposible una vuelta al pasado. Del resultado de la batalla que se libra actualmente en Bolivia no depende sólo el futuro del pueblo boliviano y su “ejemplo”. En un plano global identificamos al menos dos cuestiones:
.Por una parte el proceso de integración contrahegemónica en América Latina necesita la consolidación de las transformaciones en Bolivia, para avanzar en una alianza que fragüe un modelo de desarrollo rupturista con los procesos de periferia que subordinan los países sudamericanos a las multinacionales de los países centrales de la economía-mundo.
.Por otra parte, es actualmente –aún con todas sus deficiencias- un laboratorio de experimentos punteros de intervención y gestión política por parte de las redes sociales. Sus límites, sus posibilidades y sus aciertos, son de extraordinaria utilidad para conectar las diferentes experiencias de luchas anticapitalistas en el globo, y para permitirnos pensar más allá del horizonte de la resistencia.
El 14 de Diciembre es la fecha límite para que la Asamblea Constituyente presente un borrador proyecto de Constitución del Estado Boliviano. Ningún avance emancipador puede imaginarse a partir de la derrota de las clases populares bolivianas, y la batalla no se libra en un tablero ideal, sino en el realmente existente en la confrontación de clases en Bolivia: ahora, fundamentalmente, en torno a la ofensiva de la oligarquía contra el proceso constituyente.
Lo que está en juego no es sólo un texto legal o un gobierno, es la oportunidad histórica en manos de l@s que acostumbraban a callar,para comenzar a caminar por encima de 500 años de silencio.
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