15.10.07

México: Asesinatos de periodistas

PREOCUPACIÓN POR LA FALTA DE GARANTÍAS PARA EL EJERCICIO DEL PERIODISMO EN EL PAÍS MÁS VIOLENTO Y ARRIESGADO DE AMÉRICA

.México es ya, tras Iraq y por delante de Colombia, el más peligroso del mundo para la prensa

La renuncia de varios reporteros del periódico "El Imparcial del Istmo" en el estado mexicano de Oaxaca, después del asesinato de tres trabajadores, las amenazas telefónicas que han recibido y la ausencia de garantías de seguridad para ejercer su labor periodística, han llevado al Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) y al Centro Nacional de Comunicación Social (CENCOS) a denunciar la falta de garantías para el ejercicio periodístico en México.

El editor Gonzalo Domínguez y el reportero de sucesos Felipe Ramos del "El Imparcial", han decidido dejar el diario para salvar sus vidas y las de sus sus familiares. Su 'delito' fue informar del hallazgo de una fosa común en la región del Istmo de Tehuantepec con siete cadáveres, tras l que fueron amenazados de muerte telefónicamente. Domínguez sostuvo que los asesinos de Mateo Cortés Martínez, distribuidor del rotativo y sus colaboradores Agustín López y Flor Vásquez López cuando viajaban por la carretera Tehuantepec-Salina Cruz , el pasado 8 de octubre, tenían como objetivo a los reporteros.

Estas renuncias de los periodistas a ejercer su profesión, es el efecto de la incapacidad del Estado para brindar las garantías de seguridad precisas para ese ejercicio, en una escalada de violencia contra los medios de comunicación en varios puntos de México.

El editor de "El Imparcial" Luis David Quintana, señala que aunque se decidió mantener la circulación del periódico en la región oaxaqueña, pese a la matanza de colaboradores y las posterioes amenazas, desde entonces se han reducido las páginas y esa edición ha sido integrada en la de la capital.
Benjamín Fernández Pichardo director del diario, confirma que se hizo una denuncia por el asesinato de los tres trabajadores y las amenazas de muerte al personal del periódico ante la Procuraduría de Justicia del Estado de Oaxaca. Pero los periodistas mexicanos sienten que las autoridades parecen limitarse a tomar nota de las denuncias y nada más. Con lo que la violencia contra los medios, se traduce en censura.
De acuerdo a la Convención Americana sobre Derechos Humanos y otros instrumentos de derecho internacional, los Estados tienen el deber de investigar de manera efectiva los hechos que ocasionaron el asesinato de periodistas y sancionar a sus autores. Las organizaciones Cencos, Article 19 y el IPYS-México, han manifiestado su preocupación ante estos nuevos hechos que ponen en tela de juicio las garantías para el ejercicio periodístico y demandan del gobierno federal las medidas de seguridad necesarias para que los profesionales de la información "realicen su labor sin temor a ser agredidos o asesinados por los poderes fácticos, que mantienen como rehén al ejercicio de la libertad de expresión de las y los mexicanos".
(Fuente:Periodistas-es)

Los periodistas de México merecen mejor suerte(*)

México se convirtió de pronto en el país más violento y riesgoso para el ejercicio del periodismo en América y en el segundo a nivel mundial después de Iraq. Por años este incómodo título le correspondió a Colombia, poco antes a Brasil y durante los años setenta a los países centroamericanos que sufrieron cruentas guerras civiles.

Aunque no existen cifras oficiales, sabemos que el año pasado se registraron por lo menos diez asesinatos de periodistas además de innumerables atentados contra periódicos, estaciones de radio y televisión. Este año el número de crímenes supera los cinco, además de que existen seis comunicadores que desaparecieron durante el último lustro en México, el mayor número en todo el continente americano y quizás a nivel mundial. Esta semana las mafias del narcotráfico llegaron al extremo de acribillar a tres voceadores del diario El Imparcial de Oaxaca en represalia a notas publicadas en su contra. Con todo y este negro panorama, los atentados contra periodistas han dejado de ser noticia, lamentablemente pasaron de las primeras páginas de los diarios a las secciones interiores. La sociedad mexicana parece acostumbrarse a este grave fenómeno social que desgarra y desangra los tejidos sociales de nuestro país. Asesinar a periodistas es el peor atentado contra la libertad de expresión. Un comunicador preso o desterrado podrá comunicar su verdad desde la cárcel o el exilio, pero uno asesinado será silenciado para siempre.
En México prevalece la idea de que el narcotráfico es la principal causa de este holocausto silencioso. Pero sin caer en cuenta de que estos grupos delictivos van ganando la batalla a la prensa gracias a la impunidad y al contubernio que rodea a tan salvajes agresiones. Peor todavía es la aceptación tácita de que el comunicador fue acallado por lo que escribió, es decir, por cumplir su labor y deber como periodista profesional.
Imagine usted que un médico sea acribillado por realizar una operación exitosa de corazón, o un ingeniero sufra un atentado al terminar puntualmente la construcción de un edificio. Pareciera que la sociedad ha dejado de valorar el trabajo periodístico al dar por hecho que los periodistas no deben decir verdades en temas delicados como el narcotráfico. Se ha fortalecido tanto esa corriente de opinión, que muchos periódicos mexicanos han preferido cerrar sus páginas a las denuncias y noticias sobre el crimen organizado. ¡Han optado por renunciar a la misión más valiosa que le ha conferido la sociedad! Tanto como si un sacerdote dejara de oficiar misa por temor a represalias, o que el maestro no enseñe la verdad de la historia de su país porque podría ser ultimado.
No deseamos subestimar el peligro real que atraviesan los reporteros y editores que viven en el fragor de las escaramuzas del narcotráfico. Entendemos su decisión a proteger sus vidas antes que ejercer a plenitud su trabajo periodístico. Pero lo que no comprendemos es por qué las autoridades siguen tan campantes y no actúan con firmeza para aplastar a ese cáncer maligno que ya permeó a la sociedad mexicana. Antes los gobiernos priistas se hacían de la vista gorda ante tales crímenes, pero ahora son los gobiernos panistas quienes parecen no estar mortificados por esta oleada de ataques. El pasado lunes tocó a tres modestos voceadores sufrir la bestialidad de los grupos delictivos que no sólo se han adueñado de algunas corporaciones policíacas, sino de vastas regiones de nuestro ensangrentado país.Son los caciques del nuevo México, pero con mayor poder y maldad que los gobernantes autoritarios de la dictadura partidista que vivimos en el siglo pasado.La Sociedad Interamericana de Prensa abundará en este tema en su asamblea anual; esperemos que las denuncias y resoluciones que salgan sobre México sean atendidas con la mayor celeridad y responsabilidad posibles. La sociedad mexicana y sus periodistas merecen una mejor suerte.
(*) Artículo publicado por José Santiago Healy en el "Diario de Yucatán" y distribuido por Periodistas-es

1 comentario:

Anónimo dijo...

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me gusta tu blog visita el mio besos de CARLA

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